No me cabe duda de que uno de los memes que más se distribuirán estos días será algo así como “que le den por el culo a 2020”. Seguramente todos los años hay quienes tienen motivos para esgrimir el mensaje, y quién no; seguramente este año todos pensemos que tenemos motivos para hacerlo, y por qué no.
Este año ha sido especialmente largo, sin embargo, llegados ya a 31 de diciembre, mirando hacia atrás, sin la retrospectiva necesaria, puesto que siempre es difícil tenerla cuando lo que más se quiere es avanzar; mirándolo así, se puede llegar a pensar lo habitual, todo ha pasado muy rápido. Y realmente lo ha sido, siempre lo es, al fin y al cabo, hemos tenido meses de monotonía, meses que nos han hecho analizar o al menos lo han permitido para quienes lo hayan sabido ver así. Una monotonía engañosa, dolorosa, gris, muy negra para algunos, que ha marcado el ritmo de relaciones sociales como hasta ahora las generaciones actuales no habían conocido. Una monotonía que trae consigo una aceleración en cambios de todo tipo; los primeros a nivel de salud, anheladas vacunas, recuerdo ahora a Harari y su discurso sobre la amortalidad que conseguirán las clases más pudientes y cómo, de alguna manera, la situación COVID es lo que está planteando; pero el verdadero cambio, que será mucho más radical y doloroso de lo que se viene presentando en medios, tiene que ver con la relación económico-social.
Nuevas formas de trabajo, adaptación a los entornos digitales, alfabetización digital, adaptación al cambio, automatización, deslocalización, no presencialidad, ubicuidad… todos ellos, conceptos que ya se venían tratando, intentando dar forma de una manera adecuada, pero que este año han saltado a la palestra de forma alocada, haciendo una explosión de necesidad, tomando voz como elementos novedosos, prácticamente convirtiéndose en mantra y solución ante la crisis económica que se avecina… conceptos que pueden ser abordados con muy diversos enfoques, pero que personalmente veo cómo están siendo atados y arropados bajo el manto de la desregularización. Pasando de forma desapercibida para la mayoría, arroyando los modelos e instituciones que hasta ahora conocíamos y todo ello, en plena gestación de un nuevo contrato social, que es necesario ante los nuevos modelos económicos, pero que no cuenta con gestores que lo consensuen, o si los tiene, estos no cuentan con el apoyo social necesario para darle forma.
En definitiva, un año movido, que pasará a la historia no por el COVID, sino por el inicio de lo que viene.
Y con toda esta parrafada, que seguramente no cumpla los cánones de una felicitación de año nuevo, quiero referirte a un concepto, Resiliencia (que la RAE define como la capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adverso). Tengo claro que esa capacidad es la que más nos puede ayudar en estos momentos vividos y será la que nos dé alguna posibilidad a futuro.
Te deseo de todo corazón una resiliencia fructífera.
Feliz 2021
José Luis Castaño Pérez