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Comienzo la lectura del último informe de la OCDE sobre el futuro del mundo laboral. Nada sorprendente inicialmente respecto a lo que ya se sabe, viene siendo una progresión en los aspectos de la automatización laboral y el envejecimiento de la población. Todo ello se traduce en una necesidad de cambio, adaptación y formación de la población laboral sin precedentes.

Como viene siendo habitual, estas lecturas siempre se conectan en mi mente con la casuística educativa, la realidad escolar y el deseo de lo que debería ser. El informe lo deja bastante claro, el 14% de los trabajos actuales sufre un alto riesgo de automatización (sí, un robot te sustituye), el 32% se transformará radicalmente; 6 de cada 10 adultos no cuentan con las destrezas digitales necesarias para el desempeño de un nuevo puesto de trabajo... todo ello unido a un conjunto de alertas que llevan tiempo sonando, pero que, como en muchas otras ocasiones, pasan desapercibidas para la sociedad, al tiempo que los gobiernos las escuchan en forma de letanía constante y, como tales, no calan, sino que se acompasan de un lento caminar administrativo que quiere pero no acaba de afianzarse.

Lejos de querer entrar en debates estériles sobre la idoneidad o no de la digitalización de la enseñanza, siendo consciente de la necesidad de no perder los valores humanísticos en la escuela, sabiendo de la necesidad de la práctica científica por parte del alumnado, viendo mi propia vida y desarrollo profesional; sé que solo me basta con mirar a mi entorno para saber que lo llevamos jodido.

Ahora mismo estoy en un tren, escribiendo en una tablet, con la conexión a Internet compartida desde mi teléfono móvil, o inteligente que llamamos ahora, he pedido un café y aunque hoy no, normalmente puedo pagarlo con el reloj… Estoy conectado a mi red de trabajo, hace poco acabé una videoconferencia con compañeros de trabajo de toda Europa, dentro de poco conectaré a otra reunión con compañeras de Canadá, intercambio de archivos, correos, securización del puesto de trabajo… y ahora viene lo bueno… tengo que trabajar en equipo, con gente que no está a mi lado, debatiendo y llegando a acuerdos, creando contenidos compartidos entre el grupo, repartiendo las tareas, pero conociendo el desarrollo de cada uno de los puntos en los que se divide, aunque no lo haga yo —lo mismo para el resto del grupo respecto a mi labor—, tomar decisiones, aceptarlas, seguir debatiendo, consensuar, dirigir una conversación, respetar opiniones, tener empatía… en definitiva destrezas, competencias, habilidades, en las que la tecnología es el medio, la herramienta; y como tal hay que conocer su manejo, su correcto uso y las mejores formas de poner en práctica su potencial. Comunicación, debate, consenso; aspectos y elementos que han sido el auténtico potencial de desarrollo de la humanidad, herramientas que han facilitado la creación de todos los constructos sociales que ahora nos rigen; habilidades que en la era digital que vivimos tienen más importancia que nunca, acciones que supondrán, junto al medio tecnológico en el que las usaremos, el que unas personas consigan desarrollarse laboralmente y otras no.

Y mientras todo esto pasa, ese 14% va nutriéndose de rostros nuevos. En mi época de instituto y universitaria pasé algunos años vendimiando, dos jornaleros hacían una espuerta, una espuerta cortaba entre 700 y 900 kilos de uva al día, en función de las características de la viña. Poco tiempo después, las espuertas están casi sustituidas por máquinas de vendimia, 50.000 kilos se recogen en poco tiempo. Este aspecto todo el mundo lo ve, probablemente los que son de mi generación recuerdan esas clases de la EGB, cuando se veía el sector primario y cómo este se iba a ir despoblando… el sector servicios crecía, mientras el secundario, que aglutinaba la gran masa laboral, era la fuerza masiva, hasta que las máquinas llegan, hasta que la fuerza laboral se traslada por motivo de la globalización. Pero la cuestión va más allá. Esos puestos a los que me refiero, no son ese 14%, las espuertas ya no volverán, las más de 300 fábricas de zapatos que tenía mi pueblo, tampoco, esos trabajos hace tiempo que dejaron de contar en estos informes, el 14% y el 32% habla del sector servicios también.

Se me ha acabado el café, me pregunto si quien me lo puso pensará que está dentro de ese 14%, una chica joven, ¿cuántos puestos de trabajo conocerá? Nadie lo sabe, lo único que está claro es que cuando su actual trabajo se automatice, no habrá otro puesto de camarera que sirva un café, es cierto que no será de la noche a la mañana, y es que aún queda alguna espuerta en mi pueblo, pero pasará.

Y mientas todo esto pasa, ¿qué debemos hacer?
Probablemente el mayor problema radique en que no hay una respuesta clara, ni nadie la tiene. Existe la necesidad de innovar socialmente, de estructurar un nuevo sistema educativo que dé cabida a las necesidades actuales, en cierta medida hay que hacer una deconstrucción de lo actual para validar lo que sirve y volver a edificar en base a las nuevas necesidades.

Educación de adultos.
La necesidad actual, de una sociedad envejecida que debe enfrentarse a unos cambios estructurales, pasa por la preparación de sus ciudadanos. Es un acto de contingencia, ni siquiera es pro activo. Formación que debe darse a tres niveles.

-En los centros de trabajo.
Fomentando la formación en esas destrezas digitales y dinámicas de cooperación. Partiendo de casos de alfabetización digital pura, cuando sea necesario, para completarlo con la preparación en destrezas y habilidades digitales. Formaciones que no tendrán nada que ver, en muchos casos, con la labor que se realiza en el puesto de trabajo. Se debería entender esta formación como enriquecedora y que, de forma indirecta, repercutirá en la mejora del trabajador y por ende en el beneficio de la propia empresa. Ninguna empresa puede garantizar hoy día la estabilidad laboral futura de sus empleados, contribuir al desarrollo profesional de los mismos, debería verse como una acción comunitaria y necesaria que debiera ir acompañada de ventajas fiscales promovidas por las administraciones competentes.

-A través de los ayuntamientos.
La red educativa oficial actual no es suficiente para dar cabida a la demanda masiva que este tipo de formación supone. Son los ayuntamientos, sobre todo en los contextos regionales que tenemos en España, quienes deben colaborar activamente, junto a los gobiernos de las Comunidades Autónomas y el central, en la formación de sus ciudadanos. Formación que a su vez se dividirá en dos, una de choque total, ofertada a los desempleados que pudiese haber en la localidad; y otra, la de contingencia que refería anteriormente, dirigida de forma global a toda la ciudadanía. En cualquier caso estas formaciones irán diseñadas y dirigidas en base a los mismos criterios que la formación que se ha citado en el punto anterior. Siendo consciente de la casuística de la deslocalización geográfica que tenemos, de los núcleos reducidos existentes —nuestra España vaciada—, son los ayuntamientos quienes tomarán el mayor peso en el desarrollo de estas actuaciones. Además, se deben olvidar las iniciativas que muchos gobiernos locales intentan realizar, dando capacitación sobre un aspecto muy concreto por la existencia de determinado sector industrial en su núcleo. No se trata de formar un trabajador para esa empresa, sino de preparar un ciudadano para el futuro próximo. Sé que este debate es difícil de digerir, que lo que aparentemente es más ventajoso es formar 10 trabajadores que hacen falta para determinado sector industrial, pero no, ese no es el camino ideal. Cuando comprendamos esto ya habremos ganado mucho, lo que no sé es si para entonces ya habremos perdido todo.

-Desde las administraciones educativas.
Son estas las que deben llevar el peso de coordinación de todas las acciones que se realicen en los pasos anteriores. La existencia de una dirección general de formación digital ciudadana dentro de cada Consejería de Educación, que diseñe las formaciones, que coordine su implantación en los entes locales, que cuente con presupuesto para su ejecución y dé cabida a la financiación local, es una prioridad que cualquier gobierno con vistas de futuro debería plantearse. Dicho estamento aportará además los elementos necesarios para todo el desarrollo de las acciones de su competencia, entendiéndose la estructura necesaria para la realización de formaciones híbridas y a distancia, garantía de acceso a la red, etc.
Lo difícil en este caso será no caer en el devenir burocrático al que estamos acostumbrados cada vez que se intenta oficializar un currículo, así, las diferentes administraciones y gobiernos nacionales, regionales y locales, deberían dar un ejemplo de agilidad y modernidad, estableciendo una formación no formal inicial,  que vaya cogiendo la suficiente forma para poder gestar su desarrollo formal y curricular.

 

La adaptación es una necesidad, no una opción. Como tal necesidad, es prioridad absoluta de los gobiernos el facilitar esa adaptación a la sociedad.

 

https://www.oecd-ilibrary.org/employment/oecd-employment-outlook-2019_9ee00155-en

 

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