El correcto uso de la tecnología y la puesta en práctica de metodologías adecuadas es el aspecto fundamental para obtener los mejores resultados.

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Que la utilización de ordenadores y tecnología dentro del aula, hasta la fecha, no mejora los resultados del alumnado, es un aspecto contrastado que, aún siendo cierto a rasgos generales, conlleva a confusión y puede que incluso sirva como arma arrojadiza entre los defensores y detractores de la tecnología dentro de los centros educativos. Y es que probablemente cada vez que se incluye una nueva tecnología en cualquier ámbito, lo primero que se comienza a realizar es utilizar esa nueva herramienta para un proceso que ya se venía realizando con herramientas más antiguas, que ya servían de sobra para el proceso en cuestión. A modo de ejemplo, si introducimos ordenadores o tabletas para el alumnado, con el único objetivo de acceder a un documento escrito, tipo PDF, que es idéntico al documento que ya está usando el alumnado en sus libros de texto, ¿qué estamos aportando al aula? Probablemente solo estemos añadiendo inconvenientes, porque para comenzar a leer la página 28 de ese documento, en el libro es tan sencillo como situarlo en el pupitre, abrirlo y buscar la página. Con los nuevos dispositivos, además de abrir el PDF, o libro digital, y buscar la página deseada, tengo que añadir aspectos como encender la herramienta, que esta tenga la suficiente energía, que tenga conexión a Internet si el documento está en línea, etc. 

En mi opinión, este es el principal aspecto que ha hecho que la inclusión de tecnología en las aulas no siempre lleve asociada la mejora en los resultados del alumnado. Estaríamos situados en el primer nivel del modelo para mejorar la integración de las TIC que en su día describió Rubén D. Puentedura, el modelo SAMR (Substitution, Augmentation, Modification, Redefinition). Así, esa sustitución supone una primera transición en la que la tecnología se utiliza como un elemento sustitutorio de las herramientas ya existentes, pero no se realiza ningún cambio metodológico, con lo cual, es fácil entender que de esta forma no cambia nada. Realmente no es ni bueno ni malo, simplemente todo sigue igual. La cuestión toma un matiz totalmente diferente cuando vemos centros educativos que sí consiguen que su alumnado mejore en los resultados académicos al hacer uso de la tecnología. ¿Qué está pasando entonces?

Probablemente, uno de los mayores problemas con los que nos encontramos hoy día radica en que no existe un único factor que pueda explicar esto, sino que, como suele ocurrir siempre, son varias las situaciones y cuestiones que se conjugan para dar tan distintos resultados en función del centro del que hablemos, incluso siendo centros que aparentemente cuentan con características, contexto y situaciones similares. Aunque son muchos los elementos que englobarían este único problema, personalmente me quedaría con estos 3 aspectos:

 

  1. La falta de dotación tecnológica.

Está claro, sin herramientas actualizadas, malamente podremos hacer uso de la tecnología. Desde hace ya muchos años, tanto administraciones, en el caso de centros públicos; como entidades privadas en el caso de centros privados y privados-concertados, han venido dotando, en mayor o menor medida, a sus centros educativos. Ordenadores, pizarras digitales, impresoras, acceso a Internet, redes inalámbricas, robótica, etc. Seguramente, si preguntamos a los responsables de cada uno de estos ámbitos, nos dirán que la inversión realizada hasta la fecha es elevadísima, y razón no les falta, si sumamos, serán millones de euros los invertidos en tecnología educativa a lo largo de los años. Se estima que el gasto en tecnología educativa a nivel mundial puede estar en torno a 9.500 millones de dólares desde los años 60 (ilustración 1). 

Pero la pregunta que debemos hacernos no es cuánto se ha invertido en tecnología, sino, ¿cuentan todas las aulas de nuestros centros educativos con tecnología? ¿cuenta todo el profesorado del centro con herramientas tecnológicas, ya sean ordenadores, tabletas o algún tipo de dispositivo?, ¿qué hay del alumnado? La respuesta a estas preguntas es siempre la misma, y siempre es negativa.

Las actuaciones sobre implantación tecnológica, prácticamente en la totalidad de los centros educativos, es escasa e insuficiente. Nos encontramos con algunos aspectos que van mejorando notablemente, la implantación de redes Wi-Fi, por ejemplo, la cual está presente en prácticamente la totalidad de ellos. Pero, por otro lado, hay una carencia notable de dispositivos para el profesorado y el alumnado que accedan a Internet a través de esas redes. Vemos como hay bastantes medios de proyección de aula (proyectores, pizarras digitales interactivas, pantallas de proyección), pero en muchos casos están deteriorados o faltos de un mantenimiento adecuado. Lo que nos lleva a tener en cuenta un aspecto fundamental que debería ir asociado a toda dotación tecnológica, el soporte y mantenimiento. Acciones que suponen un presupuesto a tal fin y que en muchos casos no recibe el aporte y apoyo necesario por parte de quienes deben dotarlo. Recordemos que este soporte y mantenimiento es necesario, como es lógico, y podría verse reducido u optimizado con la adquisición de dispositivos tecnológicos que aporten mejores garantías de futuro y que cuenten con mayor vida de uso.

 

  1. Falta de apoyo y formación para el profesorado.

Cualquier profesión requiere de un proceso de perfeccionamiento y mejora por parte de las personas que desarrollan dicha profesión. En el caso del docente, esa mejora es un proceso permanente y necesario.

Permanente, puesto que la educación no es un proceso aislado, emana como constructo social y como tal, evoluciona en función de los cambios sociales que se van sucediendo con el tiempo. Aunque es típico ya el ver las comparaciones de nuestra escuela (siglo XXI) con la del siglo XIX, incluso yo mismo he realizado la comparación infinidad de veces, creo que para ser justos deberíamos decir, no que sea la misma, sino que, aunque ha evolucionado, no lo ha hecho al ritmo que debiera y, probablemente, hoy día se encuentra bastante desligada de la realidad social a la que debería acompañar. En cualquier caso, dado que el tema que nos ocupa es la tecnología educativa, y para no desviarnos del mismo, debiéramos acentuar que la formación permanente aquí cobra especial interés, puesto que la tecnología va evolucionando a un ritmo cada vez más rápido.

Necesario, puesto que cualquier docente debe conocer el manejo de las herramientas con las que cuenta para realizar sus funciones. Pero no solo por eso, también porque además de herramientas tecnológicas, hablamos de acciones metodológicas y, como es natural, en función de las herramientas que van apareciendo, se van dando nuevas posibilidades pedagógicas con las mismas, lo que supone técnicas de uso, dinámicas de aula y formas de actuar, en muchos casos totalmente nuevas, al menos para parte del profesorado. En este sentido, necesitamos estar abiertos a examinar nuevas formas de acción dentro del aula, ser flexibles respecto a nuestras propias dinámicas, intentar desarrollar nuestra capacidad de adaptación a esos nuevos métodos y, por supuesto, ser autocríticos con nuestra función docente.

“What few people realize is that as the Web becomes our preferred learning platform, nontraditional learning is suddenly the norm. Lifelong learning dreams discussed decade after decade in the twentieth century are quickly being realized in the twenty-first.” (Bonk y Curtis. 2009).

La mejora tecnológica nos aporta unas posibilidades como docentes que no imaginábamos hace tan solo unos años. Posibilidades técnicas que traen consigo posibilidades pedagógicas. Así, vemos como desde hace un tiempo parte del profesorado está apostando por la puesta en marcha de juegos digitales, trabajo colaborativo a través de dispositivos, educación inversa, movimiento maker, STEAM, robótica, programación, etc. Todos esos términos conllevan un cambio estructural a todos los niveles dentro del aula. No solo ya desde un punto de vista técnico en lo que al manejo de herramientas se refiere, sino al proceso programático, de planificación de tiempos y espacios, de agrupamientos, etc. 

Así, la formación del profesorado debe cubrir tanto aspectos de manejo técnico de las herramientas tecnológicas, como metodológicos y pedagógicos de estas nuevas tendencias. Sin un proceso de planificación formativa que contemple ambos aspectos, la calidad del sistema educativo se verá resentida. En muchas ocasiones me encuentro con ofertas formativas que cubren el manejo, exclusivamente, de una herramienta tecnológica, probablemente heredado del modelo de alfabetización digital por el que hemos pasado miles de docentes. Por otro lado, me encuentro con formaciones basadas en aspectos exclusivamente metodológicos que no tienen en cuenta el funcionamiento de ninguna herramienta en concreto, están ligados planteamientos teóricos y programáticos. En ambas situaciones, la formación no consigue desarrollar competencias apropiadas en el profesorado para poder llevar al aula unas acciones productivas. Desde mi punto de vista, el modelo ideal pasa por partir del planteamiento de una formación del profesorado basada en este último modelo que mencionaba, pero que profundice también en el manejo de las herramientas apropiadas para su puesta en marcha. 

 

  1. La resistencia al cambio.

“Una de las tareas más difíciles es convencer a los profesores de cambiar sus métodos de enseñanza, porque muchos de ellos adoptan un método y lo van variando a lo largo de su carrera. Debido a la larga historia del uso de su método, frecuentemente los profesores cuentan con todo un corpus de vivencias anecdóticas que les sugieren que les ha funcionado; ¿por qué arriesgarse a cambiar lo que parece funcionar?” (Hattie, 2017).

Todo nuevo modelo tiene detractores, da igual en el contexto que lo veamos y el momento histórico del que hablemos. En educación, cada vez que surge una nueva práctica, nace con ella un elemento de resistencia que estará presente e irá aumentando en función de la cantidad de cambio que suponga para la comunidad educativa el poner en práctica esa práctica. Por ello, cuando hablamos de utilizar tecnología, tendremos detractores de dicha tecnología; cuando hablamos de nuevas metodologías, tendremos detractores de esas metodologías; y cuando hablamos de usar tecnología para poner en práctica nuevas metodologías, surge el gran debate, nos ponemos nerviosos y empezamos a esgrimir afirmaciones y postulados de este o aquel personaje relevante que opina en función de lo que consideramos acertado.

Dejando a un lado el comentario jocoso, es cierto que existe una resistencia a poner en práctica nuevas metodologías que supongan un cambio respecto a lo que venimos desarrollando a diario, más, como ya he comentado, si suponen además el uso de elementos tecnológicos que implican un mayor cambio respecto a lo que se considera un aula “típico”. Es cierto que en muchas ocasiones se comenta que el motivo de esa resistencia al cambio puede ser la negativa de algunos docentes a salir de lo que se viene llamando “la zona de confort”, pero sinceramente, creo que en la inmensa mayoría de los casos, esa resistencia no viene determinada por ese aspecto sino por una suma de los dos puntos que hemos analizado anteriormente, falta de tecnología y falta de formación; y por otro lado, en algunas ocasiones, por falta de datos contrastados que muestren que la utilización de la tecnología es positiva y ofrece una mejora del rendimiento del alumnado.

En este sentido, aunque es cierto que los docentes que usamos de forma activa la tecnología dentro del aula, y la usamos como herramienta que permite poner en práctica metodologías activas con el alumnado, sabemos que los resultados que se obtienen son positivos; no es suficiente para dar un garante de mejora educativa. Entonces, ¿qué datos y resultados podemos aportar que muestren lo positivo que aporta la tecnología al aula? Esto es lo que intentaré mostrar en los siguientes puntos.

 

¿Por qué algunos centros obtienen mejores resultados usando tecnología y otros no?

Si tenemos en cuenta el gasto en tecnología educativa a lo largo de los años (ilustración 1), observamos cómo este va aumentando considerablemente, sin embargo, el tamaño del efecto (cómo influye la tecnología en los resultados académicos del alumnado), se mantiene constante a lo largo de los años. 

Ilustración 1 - Evolución del gasto en tecnología.

Ilustración 1- Evolución del gasto en tecnología.

Sin embargo, se observa que algunos centros obtienen mejores resultados según va aumentando la tecnología con la que cuentan. Estos centros destacan por haber conseguido cambiar aspectos metodológicos, descubrir nuevas formas de uso de esas herramientas y conseguir poner en práctica metodologías activas con el alumnado que, gracias a la tecnología, pueden lograr de una forma más sencilla. 

El último estudio realizado por SMART Technologies (*1) se basa en eso, en analizar qué hacen ese tipo de centros para conseguir mejorar los resultados académicos de su alumnado, utilizando la tecnología. El estudio analiza 22 capacidades EdTech que estos centros vienen trabajando y se observa cómo los centros encuestados coinciden en algunos aspectos, lo cual nos lleva a la conclusión, y necesidad, de analizar esas acciones, puesto que resultan positivas en los procesos educativos que desarrollan. Lo más importante de este estudio no es el hecho de que los centros utilicen la tecnología, sino cómo lo hacen; puesto que, insisto, no se trata solo de contar con dispositivos y medios informáticos, sino como se desprende del estudio, englobarlos y enmarcarlos dentro de todo el proceso de enseñanza-aprendizaje; aspectos que incluyen la idea de involucrar al alumnado en las decisiones sobre el tipo de tecnología que se implanta en los centros educativos, y que conllevan resultados positivos en el rendimiento académico de estos. Por supuesto, el llegar a este punto, pasa por haber establecido la misma forma de trabajo con el claustro de profesores. Cuando los docentes son partícipes del plan estratégico tecnológico conseguimos integrar la tecnología al mismo nivel que hacemos con cualquier elemento pedagógico integrado en el proyecto educativo. A fin y al cabo, se trata de trabajar con unas herramientas que has elegido y por ello el uso que se realiza de las mismas es más acorde y síncrono con las programaciones de aula que desarrollarnos.

Cuando, además, contamos con una integración de la tecnología en el currículo, de una forma natural, cuando me refiero a natural, lo hago pensando en hacer uso de los medios informáticos que tengo en cada momento de igual forma que lo hago con los medios no tecnológicos, no se trata de ir un día al aula de informática, o utilizar un juego digital como premio, se trata de usar una Tablet, un ordenador, el acceso a Internet durante 5 minutos de clase, porque en ese momento lo necesito, y continuar otros 10 sin usar nada de tecnología, volver a recuperar algún dispositivo y continuar otros 15 minutos haciendo uso de ello en grupo, o de forma individual; en definitiva, utilizar la tecnología de forma natural es usar la tecnología como una herramienta, no como un medio; de esta forma, ese uso natural, que por supuesto conlleva un proceso de formación docente y capacitación técnica por parte del centro educativo, me permitirá desarrollar nuevas formas de actuación, hablo ahora de poder trabajar en equipos colaborativos a través de Internet, con grupos de alumnos y alumnas mixtos, con miembros de diferentes clase, centros, incluso países; aspectos que hoy día sí podemos realizar de forma natural. Son multitud los centros que trabajan en programas Erasmus+, en actividades eTwinning, siempre recuerdo con mucho cariño los proyectos en los que he participado, no porque hayamos utilizado tecnología, lo cual fue motivador y divertido, sino por la faceta socioemocional que conseguí trabajar con el alumnado. Una faceta que permite mostrar a nuestro alumnado un mundo real y global en el que se tendrán que desenvolver en un futuro próximo y para el que la tecnología no solo sirve ahora como herramienta para prepararnos, sino que será medio de trabajo para todas y todos ellos.

Un aspecto reseñable del estudio realizado, y que denota un punto de inflexión en la idea de utilización de la tecnología en los centros educativos, es todo lo referente al software. Hasta hace no mucho tiempo, la utilización de software dentro de los centros educativos estaba ligada a herramientas de creación de contenidos, principalmente herramientas ofimáticas, que como objetivo tenían la elaboración de una presentación que posteriormente se mostraba en el aula a todo el grupo clase. Esta elaboración de contenidos tiene varios aspectos que cualquier docente compartirá: Requieren, sobre todo, de mucho tiempo de preparación por parte del docente; generan un documento que, aun teniendo material multimedia, no cambia mucho su uso respecto al de un libro tradicional; ofrece una dinámica del aula que sigue siendo totalmente magistral. Pero la utilización de software educativo, concebido y desarrollado para la educación, que permita al alumnado interactuar, participar, colaborar y aporte elementos de juego, aporta un valor diferente que se traduce en mejores resultados académicos.

Ilustración 2. Tipo de software utilizado en función de los resultados obtenidos.

Ilustración 2. Tipo de software utilizado en función de los resultados obtenidos.

Los centros educativos en los que los resultados del alumnado han ido aumentando según se ha ido utilizando más la tecnología, coinciden en la mayor utilización de: software colaborativo para estudiantes, software que permite la colaboración del alumnado en grupo, software que permite crear evaluaciones formativas a realizar por el alumnado y software que permite la creación de actividades lúdicas interactivas. Por el contrario, los centros que basan el uso de la tecnología con software de creación de contenido por parte del docente, herramientas de presentación ofimáticas o visualización de contenido multimedia, no han conseguido lograr el nivel de progreso que los centros anteriores. Lógicamente, este aspecto muestra que la tecnología, cuando da cabida a metodologías que permiten que sean las propias alumnas y alumnos quienes trabajan de forma activa, consiguen involucrarse más en el proceso de enseñanza-aprendizaje, son partícipes de la creación de su propio conocimiento, están más motivadas y por consiguiente mejoran su éxito académico.

Un estudio que actualmente estoy realizando como doctorando en educación, muestra que la utilización de juegos digitales por parte de los alumnos y alumnas mejora los resultados académicos, si además, esos juegos permiten la participación activa de los discentes, en la creación de los mismos, en la preparación de las actividades, combinando juegos digitales con manipulación tradicional, los resultados son aún mayores. Todo ello, en base a la utilización del juego Monster Quiz: the board game, que tanto éxito ha tenido en muchos centros educativos.

El estudio, que toma como muestra a cerca de 500 alumnas y alumnos de Educación Primaria, indica que, aplicando la fórmula de cálculo de tamaño del efecto de John Hattie (*2), y el porcentaje de aumento, a nivel global, de las calificaciones del alumnado mejoran cuando se usan juegos digitales y mejoran aún más cuando el alumnado participa en la elaboración de juegos y estos se combinan en el desarrollo de una sesión de la clase entera, no como práctica aislada. Pero lo que es más interesante aún, en aquellos estudiantes con calificaciones inferiores a 5, el aumento es muchísimo más positivo, lo que muestra que la actuación con metodologías activas, que motiven al alumnado, consigue unos efectos en el proceso de enseñanza-aprendizaje muchísimo más elevados que el no hacerlo.

 

 

Aumento de las calificaciones usando juegos digitales. (*3)

Aumento de las calificaciones usando juegos digitales y participando en la preparación (*3)

 

Tamaño efecto Hattie

porcentaje de aumento

Tamaño efecto Hattie

porcentaje de aumento

Resultados a nivel global

0,16

4,81%

0,45

13,75%

Resultados en alumnado con calificación inferior a 5

0,31

16,88%

0,64

35,30%

 

En definitiva, el uso correcto de la tecnología dentro del aula, acompañado de una metodología apropiada, resulta positivo para nuestras alumnas y alumnos. Ahora solo falta que toda la comunidad educativa se mueva en la misma dirección.

 

*(1) Relación entre capacidades EdTech y los resultados de aprendizaje. https://go.smarttech.com/research

*(2) Fórmula cálculo del tamaño de efecto según John Hattie. https://visible-learning.org/hattie-ranking-influences-effect-sizes-learning-achievement/

*(3) Datos en fase de análisis actualmente. Publicación definitiva en 2019.